Momentos de relajación.

¿Quieren jugar en el campo? Pónganse ropa cómoda. Salgan con el profesor o la profesora al patio. También pueden ir a la sala de música y escuchar una melodía bonita (puede ser “Las cuatro estaciones” de Vivaldi).
Mientras el profesor o la profesora les lee esta lectura, ustedes pueden moverse libremente, como más les guste, y hacer los ruidos que van imaginando.
Empiecen recostados en el suelo con los ojos cerrados. Imagínense que están en medio del campo, acostados en el pasto…
1. Sientan el calorcito del sol, las plantas que les hacen cosquillitas, el olor de pasto húmedo. Ahora escuchen el zumbido de un zancudo que les quiere picar en un brazo. Se mueven para espantarlo y quedan boca abajo.
2. Imagínense que son unas pequeñas lagartijas que reptan por la tierra hasta llegar a un arroyito y… ¡se tiran en él!
3. Se transforman en hermosos pececitos de colores. Imagínense que son de color que más les guste y naden fresquitos, rápidos entre las piedras hasta que ven… el hocico de una vaca que está tomando agua.
Ahora cada uno es una vaca lechera que camina muy tranquila por el campo. Se pasean moviendo la cabeza, saludando a sus compañeras, pastando y mugiendo. Sacuden la cola para que esa mosca traviesa no les haga más cosquillas.
4. Entonces se transforman en moscas. Vuelan y zumban fastidiando a cada vaca hasta que llegan a la huerta.
Ahí está el granjero.
5. Ahora, cada uno es un granjero que cava la tierra con su pala; la pala hace ruido cuando choca con una piedra. Esparcen las semillas en los surcos y riegan las plantas.
6. Y ya son semillitas chiquitas que están dentro de la tierra. Primero está todo oscuro y ustedes están como un ovillito. Pero luego hacen fuerza para abrirse, para estirar su tallo y salen despacito. Crecen y crecen suavemente, el viento mueve sus ramitas de un lado a otro. Pero las raíces están firmes que pueden seguir creciendo hasta ser un árbol grande, grande, con muchas ramas, flores y frutos.
7. Por último, se transforman en unas hojitas del árbol, que se sacuden con el viento hasta que llega el otoño y se desprenden. Arrastradas por una brisa suavecita, vuelan de un lado a otro, cada vez más bajito hasta que llegan al suelo y se quedan quietecitas cuando la brisa se calma.
8. Sienten los latidos del corazón y la respiración agitada. Cierran los ojos y esperan a que su respiración y sus latidos del corazón se vayan calmado.
Ahora, descansen un ratito…
María Eugenia Pavicich.