PAKUNÉ, SEÑORA DE LAS SOMBRAS, DECIDE BUSCAR A KOKU-YÓ
Cansada de confiar a otros la misión de atraer a sus dominios a Koku-yó, Pakuné decidió, ella misma, acercarse a él.
Esa tarde, cuando el Sol se retiró hacia Murrucucú y la estrella de la tarde apareció inclinada a un lado del cielo, Pakuné comenzó a soltar sus cabellos. Y fue la noche. ¡Pero esta vez Pakuné, Señora de las Sombras, se hacía más espesa y misteriosa, para que Koku-yó se enredara en sus cabellos, y se extraviara en sus rizos de sombra!
Las sombras se apretaron cada vez más contra su cuerpo de luz, y Koku-yó sintió miedo. ¡Esta vez era muy poderoso el que trataba de cercarlo!
¡Y cuanto más apretaba sus cabellos Pakuné, más brillaba Koku-yó! Porque la luz necesitaba de las sombras y las sombras de la luz, Koku-yó brilló más aquella noche.
En esas estuvieron hasta que habló Pakuné:
- ¿Quién eres y de dónde vienes, extraño ser que transitas alegre por mis cabellos?
- ¡Soy Koku-yó, hijo de la Estrella de la Tarde, y vengo del cielo! -dijo.
-No entiendo, pequeño ser de luz. Vienes de la luz, eres luz, y buscas mis cabellos de sombra. ¿Por qué no permaneces en la luz? Tronó Pakuné.
- Soy luz y necesito de tu sombra para existir -respondió Koku-yó.
- ¡Soy muy poderosa y puedo destruirte! -gritó Pakuné, fuera de sí.
- Como la Luna y la Estrella de la tarde, soy parte de ti -chilló Koku- yó-. Si me destruyes, algo de ti morirá.
Eso se dijeron y todo quedó en silencio.
Leopoldo Berdella de la Espriella
