¡NOS VAMOS DE VIAJE!

Una noche, papá llegó con la gran noticia:
- ¡EI viernes viajamos al Cusco!
Las reacciones fueron distintas. Mi mamá sonrió, yo trepé, al cuello de papá... pero Rodrigo, mi hermano de seis años,' no manifestó alegría. Él hubiera anhelado que el paseo fuese a Punta Sal u otra playa. Mamá, para consolarlo, le dijo:
- En esta época del año es mejor viajar a la sierra. Acaba de terminar la época de lluvias y los campos están verdes.
La idea motivó a Rodrigo y se ilusionó con el viaje.
Faltaban tres días para el viaje y ya estábamos preparando las maletas: unos pantalones gruesos, polos de manga corta para los días soleados, medias gruesas, zapatillas para las caminatas...
Llegó el viernes. Nos embarcamos en el primer vuelo. Llegamos a la ciudad imperial a las 7:30 de la mañana.
Desde que bajamos del avión, sentimos que estábamos en un lugar de altura, pues nos agitábamos al respirar y sentíamos un poco de soroche.
Todos estábamos ansiosos por salir a pasear; pero mamá nos advirtió que mejor hiciéramos las cosas con calma hasta que nos fuéramos adaptando a la altura, así que descansamos esa mañana y por la tarde dimos un paseo por la bella ciudad del Cusco,
AI día siguiente, muy tempranito, fuimos a conocer el mercado de Písac. Por el camino, mamá nos contaba que los campesinos y artesanos de la zona llevaban sus productos a vender al pueblito de Písac.
Además de alimentos (papas, ollucos, camotes, etc.), el mercado muestra una variedad de artículos de artesanía. Estos artistas tejen abrigadoras chompas y medias de todo color y tamaño, elaboran hermosas piezas de alfarería, hacen originales pulseras y colla res con chaquiras y otros tipos de piedra. Y, además, construyen unos simpáticos juguetes de madera: rompecabezas, trompos, móviles, muñecos, etc.
Al llegar, nos sorprendimos al ver que el famoso mercado de Písac cubría aproximadamente tres cuadras y algo más. Lo que me llamó la atención fue que los puestos tenían sus paredes cubiertas de mantos bordados en múltiples colores.
Eran innumerables puestos y en cada uno se ofrecían distintos artículos: ninguno era exactamente igual al otro.
Nos detuvimos un buen rato en un puesto, Allí, una señora estaba confeccionando un tapiz de alpaca en su telar.
¡Con qué esmero e imaginación combinaba las lanas! Mi papá no lo pensó dos veces y me dijo:
Yo me moría por tejer un poquito en el telar, así que le pedí a la artesana que me enseñara, Ella, gustosa, aceptó. Fue una bonita experiencia porque recordé las enseñanzas de nuestra profesora de Historia: nuestros antepasados también confeccionaban sus tejidos en telares.
De regreso a.la ciudad del Cusco, todos comentamos el ingenio de los artesanos y su gran habilidad para hacer tan originales sus trabajos.
Contentos de haber pasado un lindo día en Písac, llegamos al hotel, Allí nos cambiamos y estuvimos listos para una nueva aventura.
LORENA GONZÁLEZ
