LA ROCA Y LA COLINA

Como era la única colina que había en aquella parte del país, acudían montones de visitantes. La vista desde allí era maravillosa. Todo el mundo decía que aquél era un lugar perfecto para vivir.
- Sería perfecto - decía la señora Plim - si no fuera por la roca.
La roca se hallaba junto a la parte posterior de la casa y tapaba la mitad de la vista que había desde la ventana de la cocina.
Un día, el señor Plim excavó un hoyo junto a la roca, por el lado de la pendiente. Luego empujó con todas sus fuerzas y la roca se desprendió y bajó rodando hasta el pie de la colina.
- ¡Hurra! - gritó el señor Plim –
La señora Plim estaba encantada por poder disfrutar de una vista completa.
Aquella misma noche, la señora Plim oyó un ruido extraño.
-¿Qué es ese ruido? ¿No oyes un silbido?
Su marido estaba ya casi dormido.
La noche siguiente, el señor Plim dijo:
-¿Qué es ese curioso sonido silbante?
-No lo sé -contestó la señora Plim-.
Yo también lo oí anoche.
Al día siguiente, el señor Plim encontró más fácil el camino de regreso a casa.
Cuando llegó, vio a su mujer llorando.
-La colina se desinfla -dijo la señora Plim-. El aire escapa del interior de la colina por el agujero donde estaba la roca.
Eso es lo que produce el Silbido.
Día tras día, la colina se iba aplanando, hasta que, finalmente, desapareció.
Y luego, la casa siguió bajando y bajando hasta quedar en el fondo de un valle.
¡Pobre señor Plim! Sin colina no acudían visitantes, ni había ya ninguna vista.
Y el sonido silbante todavía duraba.
Una noche se oyó un terrible retumbar y luego un golpe sordo. El señor Plim salió de su casa con toda precaución.
-¡Es la roca! -gritó-o ¡Ha rodado por la ladera y se ha vuelto a encajar en el hoyo!
-¡Oh, no! ¡Es peor que antes! -dijo la señora Plim-. Ahora tapa toda la ventana.
-No te preocupes -dijo el señor Plim-.
Tengo una idea.
Durante el día, el señor Plim estuvo trabajando. Cuando terminó, había pintado un cuadro en la roca.
-Por lo menos, ahora la cocina tiene una bonita vista -dijo- Y ya ha cesado aquel ruido silbante.
Como el aire ya no podía escapar, la casa comenzó a elevarse otra vez. Día a día, el valle iba desapareciendo y la casa se elevaba, hasta que la colina volvió a instalarse en su antiguo lugar.
Y de nuevo, los visitantes comenzaron a ascender por la colina.
- ¡Qué suerte tienen ustedes! -le decían a la señora Plim-. Es un lugar perfecto para vivir, con esta vista tan maravillosa.
-Perfecto -asentía la señora Plim-, y mi vista favorita es la que hay desde la ventana de la cocina. Pasen a veda.
David Mckee
