Una linda historia de El Cartero Arturo.
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En Valleblanco, un pequeño pueblo, había un nuevo cartero. Se llamaba Arturo y era un joven trabajador. Se pasaba el día corriendo de aquí para allá repartiendo las cartas. ¡Tenían que llegar a tiempo!
Un buen día, Arturo encontró en el buzón un sobre que decía así: “A Papá Noel – Polo Norte”
El joven se quedó muy extrañado. ¿Dónde estaría el Polo Norte? Él era un cartero nuevo y no sabía dónde vivía Papá Noel.
A la mañana siguiente encontró un montón de sobres como aquel. Y muchos más. Y mas al día siguiente, y al otro… Arturo no sabía qué hacer.
Mientras tanto, en el Polo Norte Papá Noel estaba ocupadísimo: tenía que leer miles de cartas de los niños y preparar los juguetes para ellos.
- ¡Qué raro! – dijo-. Este año no me ha llegado ni una carta de Valleblanco. Algo raro sucede allí.
Y era verdad. En Valleblanco, Arturo estaba cada vez más preocupado. Casi lloraba pensando en que los niños se iban a quedar sin juguetes por su culpa.
Una tarde, cuando sólo faltaban dos días para la noche de Navidad, una paloma blanca se posó en la ventana de Arturo y dio unos golpecitos con el pico en el vidrio: toc, toc, toc, Arturo no hizo caso, pero la paloma insistió: toc, toc, toc.
El cartero abrió al fin la ventana y la paloma le dijo:
- Amigo, te veo muy triste y vengo a ofrecerte mi ayuda.
- Gracias, palomita, pero no puedes ayudarme. ¡No sé adónde llevar las cartas de los niños!
- ¡Claro que puedo ayudarte! – dijo el ave-. Yo soy una paloma mensajera y sé muy bien dónde vive Papá Noel.
A Arturo se le iluminaron los ojos. ¡Aún no estaba todo perdido!
La paloma llamó a sus amigas y al momento llegaron palomas de todo el mundo a la oficina de Arturo. Y cada una cogió una carta con su pico y echó a volar. ¡Una gran nube de palomas volaban hacia el Polo Norte!
- Gracias, amigas – les gritó Arturo-. ¡Y buen viaje!
Papá Noel ya estaba a punto de salir de viaje con los juguetes. ¡Pero no había ninguno para Valleblanco! De pronto, ¡Qué maravilla!, apareció en el cielo una gigantesca bandada de palomas mensajeras.
Los ayudantes de Papá Noel abrieron las cartas y cargaron en el trineo los juguetes destinados a Valleblanco.
En Nochebuena, Arturo se acostó temprano, aunque muy inquieto. No sabía qué había pasado con las palomas.
La mañana de Navidad fue muy alegre en Valleblanco, porque todos los niños tenían los regalos que habían pedido en sus cartas. Y Arturo encontró, junto a sus zapatos, un papelito con la dirección de Papá Noel y una preciosa bicicleta. ¡Qué bien repartiría ahora las cartas!
Autor Anónimo.