
Al ocultarse la Luna, Mowgli oyó los pasos de Bagheera, que ya estaba en la terraza. Había subido en silencio y empezó a repartir golpes, sin morder, a diestra y siniestra. Los monos, unos cincuenta, habían estado sentados, rodeando al niño.
-¡Es uno solo! ¡Matadlo! – gritó uno, ante el aullido, arañar y arrancar sin discreción, a ciegas. Seis monos arrastraron a Mowgli, arrojándolo al foso. Cualquier humano se habría lastimado, pues se cayó desde unos cuatro metros de altura metros de altura; pero a él, Baloo le había enseñado a caer de pie.
Rudyard Kipling
Fuente: Colección Amiguitos
Fuente: Colección Amiguitos
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