LOS DOS HERMANOS
Dos hermanos partieron para viajar juntos. En la mitad del día se acostaron en el lindero de un bosque para descansar. Cuando despertaron vieron una piedra en la cual había algo escrito. Se entregaron a la tarea descifrar la inscripción y concluyeron por leer lo siguiente:
“El que encuentra esta piedra debe cruzar el bosque caminando hacia el occidente. Encontrará en el bosque un río: lo pasará a nado y llegará a la otra orilla. Verá allí con osa con oseznos. Quitará los oseznos a la osa y correrá en línea recta, sin detenerse, hasta la montaña. En la montaña hallará una casa y en la casa encontrarás las felicidad”.
Cuando los hermanos lo hubieron leído, el menor de ellos dijo:
- Vayamos, quizá logremos cruzar el río, llevar los osezno hasta la casa y encontrar en ella la felicidad.
El mayor contestó:
- No entraré en la selva en busca de oseznos y te aconsejo que no vayas. Ante todo nadie sabe si es verdad lo que aparece escrito en esta piedra. Bien pudiera ser que se tratara de la obra de un bromista. Por otra parte la inscripción, no está tan clara…, puede que la hayamos leído mal. Además suponiendo que lo leído estuviese bien y que nos decidamos entrar en el bosque, llegará la noche, con seguridad que no encontramos nuestro camino y nos hallaremos perdidos. Y si llegamos encontrar el río, ¿Quién que nos asegura que podremos cruzarlo?. Supón que sí, que lo cruzamos ; tendremos que arrebatarle a la osa los oseznos y eso ya no es cosa fácil, es posible que la osa nos destroce y en lugar de la felicidad lo que encontramos será la muerte. Pero aún si lo logramos arrebatar los oseznos nos faltará ascender a la montaña y quién te asegura que nos costará un esfuerzo sobre humano; y todo ello para hallar la felicidad… ¿Qué clase de felicidad? Quizá sea una felicidad que no sirva.
- Pues no estoy de acuerdo – dijo el hermano menor – no creo que una inscripción así se haga sin ningún motivo. Todo lo que dice es muy claro y qué perdemos con paso por paso y nos la arrebatará. En este mundo nada se obtiene sin esfuerzo y sin trabajo y por último no quiero que nadie piense que tengo miedo.
El mayor replicó:
- Hay proverbio que dice: “Mas vale un ten que dos tendrás”
Ya tenemos la casa de nuestros padres y ella yo puedo vivir dichoso. Por mi parte prefiero quedarme con lo que tengo y no salir en busca de aventuras.
El menor insistió:
- Yo también conozco un proverbio que dice: “La fortuna no va en busca de los que se quedan en cama”. Opino que debemos ir.
- Adelante – contestó el mayor -, ve tú sólo, yo prefiero quedarme.
Y así fue cómo un hermano partió y el otro se quedó.
A poco de andar el viajero por el bosque encontró el río, lo cruzó a nado y en la otra orilla vio a la osa dormida rodea de oseznos. Se apoderó de la cría y con concurrió con ella hasta lo alto de la montaña. Apenas llegó a la cumbre se encontró con una multitud que lo estaba esperando y le salió al encuentro. Le trajeron un carruaje y lo llevaron a una ciudad donde lo eligieron rey. Por cinco años fue uno de los reyes amorosos de la tierra, pero cuando había comenzado a transcurrir el sexto, otro rey más poderoso le declaro la guerra y consiguió destronarlo. Expulsado de su trono comenzó a recorrer el mundo hasta que un buen día llegó a la casa de su hermano mayor. Este no era ni rico ni pobre. Con gran alegría comenzaron a referirse sus vidas.
- ¡Bien!. – dijo el mayor -, lo que me has contado significa yo tenía razón. Durante todo ese tiempo yo he sido feliz; en cambio, tú es cierto que llegaste a ser rey, pero… ¡Cuántos disgustos debiste soportar al perder tu reinado! He sido más feliz que tú…
El menor replicó:
- No me arrepiento no haber cruzado el bosque y escalado la montaña. Reconozco que debí sufrir, pero… ¡Qué dicha inmensa he sentido muchas veces! He podido conocer la felicidad que para ti estuvo vedada… la verdadera felicidad no se puede encontrar nunca entre cuatro paredes. ¡Yo he sido más feliz!
Y ambos tenían razón, algunos encontramos la felicidad en las cosas cotidianas y simples… otros necesitan salir a buscarla por esos mundos de Dios.
León Tolstoi (Rusia)
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