HISTORIA DE LA ALFOMBRA MÁGICA

Ya sabéis cuánto me gustan los objetos curiosos. Pues bien, otorgaré la mano de la princesa a aquel de ustedes que me presente el más maravilles o de todos.
Y después de ponerse de acuerdo para encontrarse al cabo de un año en una posada que conocían, los príncipes emprendieron su viaje.
El príncipe Husén, que era el mayor, se encaminó a Srinagar, donde vio a 'un vendedor ambulante que ofrecía a, gritos una alfombra por cuarenta bolsas de oro.
-Mucho dinero es ese para una alfombra – le dijo el príncipe
-No, por cierto –repuso el vendedor-. Siéntate en ella y piensa en trasladarte al lugar que desees.
Se sentó el príncipe en la alfombra y pensó en volver a casa. ¡Cosa admirable! Inmediatamente se halló en su misma habitación. Volvió, pues, al vendedor y le dio por la alfombra las cuarenta bolsas de oro pedidas.
"Estoy seguro de que, con esta alfombra; la mano de Nurunnibar será mía", se dijo Husén.
Entonces deseó hallarse en la posada, donde había quedado en reunirse con sus hermanos y, cuando estuvo en ella, los esperó.
El príncipe Alí, que era el segundo, fue a Chiraz, donde encontró a un mercader que pregonaba la venta de un tubo de marfil por cuarenta bolsas de oro.
-Mucho dinero es ese para un tubo -comentó el príncipe.
-No, por cierto - le respondió el vendedor-. Mira por él Y desea ver a alguien.
Miró el príncipe Alí por el tubo y deseó contemplar a la princesa. En el mismo momento la vio, sentada y rodeada de sus damas de honor, en el palacio de su padre. Dio, pues, al vendedor las cuarenta bolsas y se dijo: "Estoy seguro de ganar la mano de Nurunnibar, pues llevo a mi padre este tubo".
Se apresuró, pues, a acudir a la posada convenida entre los hermanos para reunirse y, llegado a ella, se puso a esperar a su hermano menor Ahmed, en compañía de Husén.
El príncipe Ahmed había ido a Samarcanda.
Allí encontró a un vendedor que pedía cuarenta bolsas de oro por una manzana.
-Mucho dinero es ese para una manzana -le dijo.
Nada de eso - le contestó el vendedor. Busca en una de estas calles a una persona que esté agonizando y hazle oler la manzana.
Lo hizo así el príncipe y el moribundo recuperó inmediatamente la salud.
Después de pagar las cuarenta bolsas de oro por ella, se apresuró Ahmed a ir a la posada y enseñó la manzana a sus hermanos, quienes, a su vez, le mostraron la alfombra y el tubo de marfil.
-Cosa difícil es decir cuál de los tres objetos es el más maravilloso -dijo el príncipe Husén-, Déjame tu tubo, Alí.
Miró por él Husén, deseando ver a la princesa Nurunnibar.
¡Cielos! -exclamó-o ¿Qué es lo que veo? ¡La princesa está en su lecho, pálida e inmóvil, y sus damas de honor lloran desconsoladas! Está muy mal...
-Pronto, ocupemos la alfombra -dijo el príncipe Ahmed.
Se colocaron en ella los tres y pidieron hallarse en la habitación de la princesa. Al llegar allí, el príncipe Ahmed dio la manzana a Nurunnibar para que la oliese e inmediatamente recobró del todo la salud.
Padre, ¿Cuál de nosotros ha ganado la mano de Nurunnibar? -preguntaron los tres príncipes.
Todos habéis tenido parte en su curación -dijo el sultán-, Sin embargo, el ganador es Husén porque a pesar de que tenían el tubo por el que se enteraron de que la princesa estaba mal y que tenían la manzana que la podía curar, no hubiesen llegado a tiempo si no hubiesen tenido la alfombra mágica.
De esta manera Husén llegó a ser sultán de la India. Y se refiere que él y la princesa fueron muy felices.
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