RICITOS DE ORO Y LOS TRES OSOS
Oso Grande, oso Mediano y oso Pequeño vivían en una casa del bosque. Una mañana, después de hacerse una sopa, salieron a esperar a que se enfriara. Mientras paseaban, llegó una niña a su casa. Se llamaba Ricitos de Oro y si hubiera sido una niña temerosa no habría entrado; pero era curiosa. Vio la sopa y probó la de oso Grande, pero estaba muy caliente. Probó la de oso Mediano, pero la encontró fría. Probó por último la de oso Pequeño; le gustó y se la comió toda.
"Ahora quiero descansar", pensó Ricitos de Oro al ver tres sillones. Entró en el sillón de oso Grande perfectamente, pero se sentó tan fuerte que lo rompió. Ricitos de Oro subió entonces al segundo piso, donde estaban las recámaras. Quería dormir. La cama grande era muy alta y la mediana muy baja. La pequeña era la que le servía, así que Ricitos de Oro se metió entre las sábanas y se quedó dormida.
Cuando volvieron los tres osos y vieron aquel desorden, se enojaron muchísimo. Empezaron a gritar los tres a la vez:
-¿Quién ha probado mi sopa?
-¿Quién ha roto mi sillón?
-¿Quién se ha acostado en mi cama?
Oso Pequeño vio entonces a Ricitos de Oro dormida y dijo: ¡Alguien se ha metido en mi cama! En ese momento la niña se despertó. Vio a los tres osos, se asustó y escapó por la ventana. A Ricitos de Oro no se le ocurrió volver por allí, y,' en adelante, tuvo más cuidado con las cosas que hacía.
Cuento inglés

El león, la zorra y el siempreingenuo asno se asociaron para ir de caza. Cuando ya tuvieron bastante, dijo el león al asno que repartiera el botín
Luego de la rendición de Rodil, como gobernador del Callao, el general Rivadeneyra prohibió la venta de pólvora. Se compraría en el estanco, previa autorización.
Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a , juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y atrapo al ratón. A punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento echó a reír y lo dejó marchar.
Ay, hija... Estoy tan pobre que “no tengo ni cara en qué persignarme”, era frase corriente entre las abuelas; con la que exageraban lo menesteroso de su situación.
De nuevo se hicieron amigos el ingenuo asno y el león para salir de caza. Llegaron a una cueva donde se refugiaban unas cabras montesas, y el león se quedó a guardar la salida, mientras el asno ingresaba a la cueva coceando y rebuznando, para hacer salir a las cabras.
Siempre he oído decir, tratándose de tercos o reacias para ceder en un lío: “Déjele, que ese es más terco que un camanejo”. Si en todos los pueblos hay tercos, ¿por qué adjudicarles a los camanejos ese monopolio?
Se juntaron el león y el asno para cazar animales salvajes. El león utilizaba su fuerza y el asno las coces de sus pies.
Muchos recordarán el febril entusiasmo que, desde 1862 hasta 1863, hubo en nuestros centros sociales y políticos con motivo de la intervención europea en México.
Cansado y viejo el rey león, se quedó enfermo en su cueva, y los demás animales, excepto la zorra, lo fueron a visitar. Aprovechando la ocasión de la visita, acusó el lobo a la zorra expresando lo siguiente:
Cuentan que Dios miraba con poca simpatía a los leguleyos. Una mañana, en el cielo, dieron un aldabonazo. San Pedro asomó, viendo a un viejecito y su gato.
Paseaba un león por una playa y vio a un delfín asomar su cabeza fuera del agua.




