GUILLERMO TELL

Un día, Guillermo Tell salió del pueblo con su hijo en dirección a la ciudad.
Por el camino, el niño preguntó a su padre:
-¿Es verdad que hay países sin montañas de hielo? y Guillermo Tell le respondió:
-Sí, hijo mío. En esta misma dirección existen unas tierras muy fértiles, con ríos muy caudalosos y bosques poblados de árboles llenas de aves hermosas.
- Entonces, ¿por qué no vamos a vivir a esas tierras? - preguntó el niño.
- Porque esas tierras son sólo del rey y de los poderosos.
Por aquellos años gobernaba aquellas tierras tan ricas un tal Gessler. El gobernador era un tirano sin escrúpulos que tenía atemorizadas a las humildes gentes montañesas: incendiaba sus chozas, robaba su ganado, destruía sus cosechas...
El gobernador había hecho poner a la entrada de la ciudad un sombrero sobre un palo. Todo ciudadano que pasara junto al sombrero tenía obligación de inclinarse ante él, como si del gobernador se tratara.
Cuando Guillermo Tell llegó a la ciudad, pasó ante el sombrero sin saludarlo.
Al instante, los soldados de Gessler lo hicieron prisionero y condujeron a Guillermo y a su hijo a la presencia del gobernador.
- Mis soldados dicen que no has saludado al sombrero - dijo el gobernador.
- Yo no me inclino ante un palo - respondió Guillermo.
- Ya veo que eres orgulloso. Pero si quiere quedar en libertad, tendrás que someterte a una prueba. Atravesarás con una flecha una manzana colocada sobre la cabeza de tu hijo. Si no lo haces, tu hijo y tú serán encarcelados.
Guillermo Tell y su hijo fueron conducidos a la plaza pública. Los soldados apoyaron al niño en un poste y colocaron sobre su cabeza la manzana, Gessler presenciaba la escena con una sonrisa.
- Papá, apunta bien y no te preocupes - dijo el niño. Tú eres un gran cazador.
Guillermo puso la flecha en la ballesta, tomó aire, apuntó cuidadosamente y disparó.
La flecha fue a clavarse en el centro de la manzana. Guillermo se olvidó entonces hacia el gobernador y le dijo:
- Algún día, tú ocuparás el lugar de la manzana.
Lleno de ira, el gobernador dio orden de que condujeran a Guillermo Tell a un castillo, situado al otro lado del lago de Lucerna. Pero durante la travesía del lago, Guillermo Tell consiguió huir.
Pasado algún tiempo, Guillermo Tell cumplió su promesa y mató a Gessler con un disparo certero de su ballesta. De esta forma, el pueblo se vio libre del tirano y Guillermo Tell se convirtió en héroe nacional.
Anónimo
