EL BOSQUE Y EL LEÑADOR
Un leñador no sabía dónde había perdido la madera que servía de mango para el hecho, con la que cortaba los árboles del bosque. Desesperado, intentó conseguir otra rama. Cuando se disponía a cortar un árbol, escuchó un suave murmullo de los árboles del bosque, éste fue creciendo hasta que ya no pudo escuchar nada más.
El leñador, dando gritos, pidió disculpas a los pinos, a los cipreses y más árboles del bosque y les prometió que si le permitían tomar una rama, él se iría y no volvería jamás. Los nobles árboles del bosque le concedieron el favor, y el ingrato leñador inmediatamente reinició la tarea de cortar los árboles a pesar de su promesa. Desde ese momento, los árboles cada vez que ven un leñador, se mueven, se agitan, gimen y se defienden.
La ingratitud y el abuso campean en la especie humana.
Juan de La Fontaine
