Que interesante, por que el aña vive debajo de la tierra
¿POR QUÉ EL AÑÁS VIVE DEBAJO DE LA TIERRA?
Hace muchísimos años, un zorro y un añas habitaban dos casas cercanas, hechas entre rocas al pie de un cerro. Se parecían mucho, puesto que eran parientes. Acostumbraban salir de paseo en las noches y cuando la luna alumbraba dejaban sus madrigueras y correteaban alegremente.
- ¡Ay! - dijo una noche el zorro - ¿Sabes cuál es el deseo más grande de mi vida? Ir a la luna. Nada, ni subir hasta el Sol, ni tener las mayores riquezas, me haría tan feliz como poder llegar a la luna.
- Mira, mi mayor deseo es otro muy distinto - contestó el añas -. A mí me haría dichoso tener mi despensa repleta de esos gusanos que viven entre las raíces de las papas.
Paseaban conversando así cuando de pronto gritó el zorro:
- ¡Mira allá arriba! ¡Algo cae de la luna!
Alzó la cabeza el añas y vio que bajaban por el aire dos objetos.
- Primo - preguntó el zorro - ¿que será eso? Parecen dos sogas. ¡Oh, que dicha tan grande si así fuera en realidad!
En efecto, eran dos sogas que descendieron lentamente hasta tocar el suelo. Los dos se acercaron y las contemplaron sorprendidos. La primera era simple fibra, una soga corriente
como cualquier otra. Pero la segunda, ¡ah, eso sí era algo precioso! Las hebras de finísimo oro que la formaban estaban tan bien retorcidas que la cuerda era, en realidad, una obra de arte.
Levantaron la cabeza y vieron que la luna los miraba sonriendo. Al zorro le brillaron de alegría los ojos. ¡Por fin iba a realizar el deseo de toda su vida!
El añas sugirió: "¿Te animas a subir? Si tu quieres iré sólo por acompañarte, mas con una condición, que me dejes trepar por la soga de oro".
- Escoge lo que quieras. A mí lo que me interesa es llegar a la luna - dijo el zorro.
Empezaron a ascender y el añas decía para si:
- En cuanto llegue pediré a la luna que me regale la soga y como es tan buena no podrá negarme ese favor. ¡Qué rico voy a ser! ¡Como van a envidiarme los demás!
Mientras el zorro no pensaba sino en lo feliz que iba a sentirse al mirar de cerca a la luna. Habían llegado a la mitad del viaje, cuando de pronto el añas se paró en seco y contemp1ó su cuerda, gritando lleno de rabia:
- ¡La luna me ha engañado. Sólo la mitad de la cuerda era de oro! ¡Luna embustera! ¡Luna embustera!
En ese mismo instante oyó la voz del zorro que exclamaba alegremente:
- ¡Qué felicidad, las fibras de mi soga se han convertido en hilos de oro!
¡Gracias, gracias amiga luna! En seguida el añas escuchó al zorro que le decía:
- ¿Qué está bajando de la luna por tu cuerda? Parece un cuy.
- Sí, es un cuy - respondió el otro, furioso.
- Ve, dijo el zorro, ya se paró.
Creo que está comiendo algo.
En efecto, al animal habíase detenido a devorar una mazorca de maíz que se encontraba amarrada a la mitad de la soga.
- . Eh, eh - gritóle al añas - sal de ahí - ¿Qué estás haciendo? ¿No ves que puedes cortar las fibras con tus filudos dientes y hacerme caer? Pero el cuy parecía sordo y seguía comiendo.
Cuando el cuy termino los granos, comenzó a mascar la coronta toda pelada.
- ¿Eh, vuélvete arriba, no sigas royendo! - chillo desesperado el añas.
Y el cuy, habiendo devorado la mazorca, empezó a roer la soga. El añas vio espantado cómo iba cortándola poco a poco.
¡Por favor, deja de mascar la cuerda! ¡Cuando vuelva a tierra te regalaré mucho maíz!
Pero el cuy mordía los hilos cada vez más rápidamente, hasta que, ¡crac! crujió la soga, partióse en dos y el infeliz añas se vino abajo con la velocidad de una flecha.
El zorro lo miró y dijo:
- ¡Pobre amigo, eso te ha pasado por ambicioso!
Dando tumbos y volteretas iba bajando el infortunado por entre las nubes y, al fin, cayó en tierra quedando muerto en el acto. En el mismo sitio donde cayó crecieron cientos de plantas llenas de espinas que aumentaron rápidamente.
Desde aquel día los demás añases comenzaron a sufrir los insultos de los otros animales que les gritaban:
- ¡Por la culpa de ustedes hay espinas sobre la tierra! ¡Por su culpa nos hincamos cuando salimos al campo! Tanto les culpaban, que desesperados se reunieron en un congreso para decidir lo que habían de hacer. Ahí acordaron abandonar sus casas y hacerlas bajo tierra.
- Cavaremos huecos y viviremos en ellos - dijeron.
- ¿Pero, y de que habremos de alimentamos? ¿A qué hora buscaremos nuestra comida? se preguntaban.
- Saldremos a buscarla por la noche - respondió una añas anciana que luego agregó: "Cuando todo el mundo duerma y nadie pueda vernos, dejaremos nuestras madrigueras e iremos al campo".
Desde entonces los añases viven debajo de la tierra y salen solamente en las noches para comer. Cuando asoman los primeros rayos del sol huyen a esconderse de nuevo, antes que salgan al campo los demás animales.
Esta es la triste historia del añas, desde el día en que aquel abuelo suyo ambicioso, quiso para sí la soga de oro.
En cuanto al zorro, no se volvió a saber de él. Jamás regresó a la tierra a contar cómo era la luna ...
Fuente: Lectura es Vida
Editorial: Escuela Activa S.A.
Cuento adaptado de Enriqueta Herrara Grey
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