DEL MAR A LA CIUDAD

Hacía tan poco que sus ojos habían amanecido a la vida, habitaba una hermosa isla y al frente de esta se alzaba una ciudad muy grande poblada de extraños ruidos y luminosos silencios.
Pico Largo pasaba horas y horas en muda contemplación tratando de descubrirle los de secretos a esa urbe que ya empezaba a parecerle de veras desconcertante.
Con todo, a Pico Largo no dejaba de fascinarle la ciudad, acaso porque en el fondo tuviera la convicción de que los puertos no eran más que islas grandes, donde en vez de aves habitaban hombres. Quizás por eso soñaba con visitarla algún día, como lo hacían los pelícanos adultos cuando volaban de paseo.
"Un día, se dijo, si un día volaré sobre ese lugar extraño”.
Cuando Pico Largo sintió sus alas ligeramente sólidas, tomó la costumbre de ensayar cortísimos vuelos en la extensión blanquecina de la isla. Sobre su peña favorita se ponía a contemplar I regocijado, el triunfal retorno de los pescadores. Y se admiraba viendo como las bandadas de pelícanos, al término de un vuelo desordenado y presuroso se lanzaban en picada a las bodegas rebosantes de anchoveta.
Pico Largo sabía que su madre le traería, como todos los días en su amplia bolsa, su ración de anchoveta.
Por eso, no se preocupaba como los otros en ir a hasta las lanchas. Abril llegó trayéndose el otoño, y éste no solo su frío, también la adversidad.
Unas semanas más, y dejaron de salir los pescadores. Y los muelles quedaron olvidados. Fue entonces cuando en la isla los pelícanos mayores se sobresaltaron. Largos vuelos hicieron hasta los muelles. Pico largo recibía el sustento en la bolsa de su madre, se alarmó cuando esta ya no volvió. La esperó toda la noche mirando la ciudad. Sabía que su madre, viva o muerta, estaba allí. Viendo extinta su esperanza y acosado por el hambre, se decidió volar hacia los muelles. Elevándose alto con increíble fuerzas. ¡Qué hermoso era volar sobre el agua! sobrevoló por el mercado en la ciudad, tuvo miedo pero tenía que resignarse. Abajo vio un individuo vendía pejerreyes en un triciclo. Unos agónicos pelícanos extrañamente acobardados solo miraban.
Para darles una lección, se lanzó veloz sobre el triciclo. Un palazo lo hizo caer a la calzada. Y al punto de recibir otro logró elevarse, mal herido voló hasta una muralla. Supo que los hombres eran malos. Voló por la ciudad, era un cementerio de pelícanos. Pudo reconocer a su madre en un basural. Había gente caritativa que, de vez en cuando, les arrojaban desperdicios que ellos consumían a las quitadas.
Cuando había perdido ya la cuenta de sus días en la ciudad. Vio hacia los muelles y con alegría observó a los pescadores se harían a la mar. En efecto, la veda había terminado. Y las lanchas salieron Pico Largo se fue tras ellas, jubiloso. Ahora si volvería a su peña I a su añorada isla. Y de nuevo tornaría a ser feliz. Como antes.
Autor: Oscar Colchado Lucio
Fuente: Cuentos Peruanos.