
También los monos iban a las reuniones: sentados en lo alto de la higuera, gruñían sin cesar. Las citas duraban hasta muy tarde. Se contaban historias; siendo las más cruentas las de Buldeo sobre las fieras salvajes.
Los ojos se les salían a la gente, que oían maravilladas debido a la cercanía de la Selva.
Mowgli trataba de no reírse. Narraba Buldeo, que el tigre que se robó al hijo de Messua era un duende, cuya alma estaba poseída por la de un vil usurero, Purun Dass, muerto hacía muchos años, a quien lo dejaron cojo en un saqueo, cuando le quemaron sus libros contables. Y que por eso el tigre cojeaba.
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