EL PÍCARO PAJARILLO
Había una vez un pajarito que fue donde un sastre y se mandó hacer un-vestido de lana. El sastre le tomó las medidas y le dijo que a los tres días lo tendría acabado. Fue enseguida donde un sombrerero y se mandó hacer un sombrerito, y sucedió lo mismo que con el sastre; y por último fue donde un zapatero y se mandó hacer unos zapatos. El zapatero le tomó las medidas y le dijo también que volviese por ellos al tercer día.
Cuando llegó el plazo señalado, el pajarito fue donde el sastre y le dijo:
- póngame usted el vestidito sobre el piquito y le pagaré.
Así lo hizo el sastre; pero, en lugar de pagarle, el pícaro pajarito echó a volar.
Y lo mismo ocurrió con el sombrerero y con el zapatero.
El pajarito se vistió con su ro nueva y fue al jardín del rey, se posó re un árbol que había delante del balcón del comedor y se puso a cantar:
Más bonito estoy con mi vestido de lana, que el rey con su manto de grana.
Más bonito estoy con mi vestido de lana, que el rey con su manto de grana.
Y tanto cantó y recantó esta canción, que su real majestad se molestó y mandó que cogiesen al pájaro y se lo trajesen frito. Y así sucedió.
Después de desplumado y frito, el pajarito quedó tan chico que el rey se lo tragó enterito. Pero cuando el pajarito se vio en el estómago del rey, empezó a dar picotazos arriba y abajo, a derecha y a izquierda.
El rey comenzó a quejarse y a decir que le había caído mal la comida y que le dolía el estómago. Vinieron entonces los médicos y le dieron a su real majestad un mejunje de la botica para que vomitase; y en cuanto empezó a vomitar, lo primero que salió fue el pajarito.
Una vez fuera del estómago real, el pajarito huyó más rápido que un rayo y se zambulló en una fuente. Después se fue a una carpintería y se untó todo el cuerpo con cola. Luego contó a los demás pájaros lo que le había pasado y les pidió a cada uno una plumita.
El pajarito fue pegando las plumas en su cuerpo untado de co1a,-y al final quedó más bonito que antes, con tantos colores como un ramillete. Entonces se puso a revolotear por el árbol que estaba delante del balcón del rey, cantando muy orgulloso:
¿A quién pasó lo que a mí?
En el rey me metí, del rey me salí
Y el rey dijo:
-¡Que cojan a ese pícaro pajarito!
Pero el pajarito, que estaba alerta, echó a volar con gran rapidez y no paró hasta posarse sobre las narices de la Luna.
Fernán Caballero
Cuentos de encantamiento