RUMI GUAGUA, EL NIÑO DE LOS ANDES
El héroe de esta historia es un niño, todos lo llamaban "Rumi Guagua" que, traducido del quichua, significa "Niño de piedra" ("rumi" es piedra; "guagua", niño pequeño, chavalín, rapaz).
¿Por qué lo llamaban así? Me interesé en reconocerlo y pregunté, pero por única respuesta se me dijo:
- Así mismo se llama. Desde que el viejo Rafico lo encontró, todos le dicen así…
¿Era pues, debido a su rostro que le llamaba "Rumi Guagua"? ¿O se debía más bien a la montaña donde lo habían encontrado y donde había vivido siempre, el Rumiñahui?
Rumiñahui quiere decir "Cara de piedra" ("rumi", piedra; "ñahui", cara) y el monte aquel, cuyas agudas aristas recuerdan de algún modo una faz cetrina y tremenda, se llama así en memoria del último y más bravo general de Atahualpa, que se llamaba Rumiñahui…
Nuestra historia comienza un día claro del mes de agosto. Una patrulla de jóvenes expedicionarios subían los empinados repechos del pajón.
Muchachos cuyas edades fluctuaban entre los quince y los dieciocho años estudiantes de tres países de América y de España, querían dominar la cumbre máxima del Rumiñahui desentrañar los misterios de sus selvas... Habían oído hablar aquí y allá de la leyenda de Rumiñahui... Decía la leyenda que cuando Rumiñahui supo que Atahualpa, su señor, había sido muerto por Pizarro en contra de la palabra dada, había incendiado Quito, capital del
Tahuantinsuyo, y se había arrojado él, junto con sus mujeres y el tesoroimperial, en el cráter del monte que recibiría desde entonces su nombre. y así, henchidos de entusiasmos juveniles, de afanes científicos y sueños, iban subiendo lentamente por los retorcidos senderos, guiados por el más silencioso y extraño muchacho que hubieran conocido. Guiados por el mejor conocedor de todos los recovecos del Rumiñahui. Guiados por Rumi Guagua.
Aquella noche, el pequeño Rumi se ensombreció. En sus ojos brilló un destello de orgullo, de odio como el que debió haber iluminado los ojos del general Rumiñahui cuando, sabedor de la muerte delinca, había conseguido el designio de arrasar
Quito y arrojarse en el volcán. Mirando a Rumi, callado como todas las noches, acurrucado en su rincón, envuelto en su poncho, se habría advertido que su silencio se había tornado duro, hermético, y el brillo de sus ojos a la luz de la hoguera habría hecho temer algo terrible, sin reparar en su edad. Aquella noche, el joven miembro de la expedición que soñaba con el tesoro, había propuesto formalmente a los compañeros dedicar los días restantes a su búsqueda. Todos, entusiasmados con la idea, habían aceptado hasta tal punto, que habían empezado a hacer proyectos de cómo repartirían las riquezas de los
Quitus. Aquello le había herido en lo más profundo de su herencia de raza. Su taita ("taita" quiere decir "padre")' así llamaba Rumi al viejo Rafico, aunque no lo fuese, le hablaba muchas veces de las historias del monte y de los antepasados; de esas cosas que estaban vedadas a todos los extraños. Y entre todas las historias del viejo, entre todas las figuras, ninguna era tan cara al pequeño como la de Rumiñahui. El más valiente guerrero desde Calicuchima.
Taita Rafico había hablado tan bien, a medias palabras, del tesoro, que Rumi se había propuesto firmemente en su corazón ser su guardián… y aquella misma noche, Rumi Guagua abandonó el campamento y se hundió en las tinieblas, de vuelta hacia la choza del viejo…
Al día siguiente los expedicionarios buscaron al pequeño guía, pero pronto resolvieron que había partido por su cuenta y que no tenía sentido buscarlo y cumpliendo los proyectos de la noche anterior, dejaron los pajonales y las rocas, y se internaron por las selvas del cráter…
A los dos días cayó la niebla sobre el monte. Al segundo día de niebla y lluvia los expedicionarios tuvieron que emprender la vuelta… Pero pasaron tres días y seguían estrellándose con los rincones más intrincados de la selva… La noticia de la pérdida del grupo internacional de jóvenes ocupó las primeras páginas de los diarios y movilizó patrullas de rescate desde las poblaciones más próximas al Rumiñahui…
Al segundo día de la búsqueda el rumor y la inquietud llegaron hasta la choza del viejo Rafico…
-¿Dónde dejaste a los señoritos? - preguntó el viejo a Rumi.
- Por ahí -respondió evasivo el muchacho.
Después, se echaron los dos en el suelo, sobre una vieja estera y se envolvieron en sus ponchos… En esa hora el pequeño Rumi confió a al viejo.
-Querían ir a buscar el tesoro…
Volvieron el viejo y el niño a su choza y se toparon allí con la tragedia… Allí estaba el techo de paja derrumbado y roto, y las paredes de barro deshechas por las negras avenidas de las aguas del monte…
Al otro día, un día, claro, luminoso… el amanecer radiante -un sol de oro saliendo por la mesa de plata de un nevado transfigurando el cielo transparente - encontró al pequeño Rumi entregado a la labor de recoger parte de la paja y la madera del techo para que el sol la secase.
Ensimismado en su quehacer, no fué capaz de oir las voces ni ver venir a los muchachos. De pronto los tuvo al frente. Otras manos se unieron a las suyas para recoger los escombros… Rumi Guagua alzó a ver: eran ellos…
-Rumi, hemos sentido mucho que se haya caído tu casa -dijo uno de los muchachos.
- Pero ya verás cómo hacemos ahora una mejor y más grande -dijo otro…
Hernán Rodríguez Castelo - Ecuador
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