EL PEJE CHICO

Por entonces, el buhonero español Garci -Gutiérrez de Toledo hacía viajes de Lima a Trujillo. Huésped del cacique, el indio llegó a estimarlo tanto que lo hizo padrino de dos de sus hijos. Amargado, el vendedor era ambicioso y su trabajo no lo enriquecía. Antonio le aconsejaba, pero Garci - Gutiérrez quería monedas... no palabras.
- Pues bien, -le dijo Antonio- ya que tu dicha es el oro voy a hacerte rico, pero júrame que serás caritativo...
Codicioso, prometió. Antonio lo condujo Q una huaca oculta en ruinas trujillanas, asomando ídolos de oro macizo. Garci - Gutiérrez enloqueció: reía, lloraba y abrazaba al indio.
En el centro había un pez de oro, con ojos de esmeraldas.
- Es tuya -le dijo Antonio- la huaca del Peje chico. Sé feliz y si cumples te llevaré a la del Peje grande.
Corrieron los años, y el buhonero vio esfumarse su fortuna en banquetes y en regalos a la nobleza. En cuanto a la caridad y las limosnas para el culto, nada.
Entonces se acordó de su compadre y fue a Mansiche:
- ¡Estoy arruinado! -clamó-. Bríndeme el Peje Grande.
- Ni loco -dijo Antonio-. Me iré con el secreto a la tumba.
Lloró, suplicó; pero se impuso la tenacidad del indio. En Lima buscó a su primo, el virrey, pero había partido a España. Pobre, sus otrora amigos le huían, y por renegar de su cuna, fue despreciado por el pueblo. Enfermo y viejo, logró una celda y pan en el convento franciscano.
Atahualpa ofreció a Pizarro pagar en oro su rescate y envió emisarios para incrementar el tesoro que esperaba en Cajamarca.
Pero asesinaron al Inca. Al enterarse, los emisarios enterraron el oro que conducían. Tal sería el origen de las huacas del Peje grande y del Peje chico.
Fuente: Tradiciones De Ricardo Palma.
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