16/10/2010

CUENTO EL NIÑO Y LA FLOR

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EL NIÑO Y LA FLOR

El hijo del hombre más rico de la ciudad sembró una planta que, después de muchos cuidados de su parte, sólo dio una flor, y como todas las flores de un día al poco tiempo, se marchitó y comenzó a deshojarse. Y no había terminado de caer el último pétalo, cuando su dueño enfermó y quedó en cama.

El hombre más rico del lugar hizo que trajeran los mejores médicos del mundo, quienes aparecieron con elixires que curaban los achaques del riñón, el hígado, los huesos y la sangre. Los sabios, después de estudiar el extraño mal que aquejaba enfermo, se dieron por vencidos. De nada servirían las pócimas a quien ya no quería vivir, tras perder lo único que había conseguido por sí mismo. Y conmovidos, los médicos se fueron. El hombre más rico del lugar hizo traer a los mejores jardineros del mundo; aquellos que después de múltiples injertos y años de paciencia y dedicación, habían logrado nuevas especies de flores. Pero de nada sirvió que se aparecieran con sus ejemplares únicos, a modo de presentes y acompañados con los maceteros más ricos y espléndidos que imaginarse pudiera. Ninguna de aquellas flores era la suya; y sin flor, el niño no quería vivir.
El hombre más rico del lugar hizo venir a los mejores magos de Oriente y Occidente, quienes se aparecieron con los cofres, los tableros y las cornucopias donde guardaban sus sortilegios. Pero fue inútil que ante los ojos del enfermo desplegaran los aparatosos mecanismos de su arte. Una flor que se deshoja ante los ojos de su dueño, ¿cómo puede ser otra vez la misma flor? luego, todas las demás, incluso las hijas de la magia, no podían ser más que copias de la suya.
Entonces, pasó por el lugar un saltimbanqui. Pero no un saltimbanqui cualquiera, sino aquel que también había tenido y perdido una flor; quien, en cuanto oyó hablar de lo sucedido al niño, llegó a la casa del hombre rico y pidió ver al enfermo.
- Pasar puedes -dijo el padre, muy afligido-, pero si nada pudieron hacer los más sabios doctores, los mejores jardineros y los magos más famosos del mundo, ¿qué podrías conseguir tú, un simple titiritero?
Pero el buen hombre entró y conversó mucho tiempo con el niño que había perdido su flor.
Tanto, que cuando el alarmado padre mandó que fueran en su busca y expulsaron a inoportuno charlatán, ya se había producido la maravilla: niño y saltimbanqui aún conversaban como si el primero nunca hubiera estado enfermo y el segundo fuera su amigo de toda la vida.
En vano el hombre más rico del lugar le rogó al saltimbanqui que pidiera todo lo que quisiera pedir, pues todo cuanto tenía quedaba a disposición suya.
A tan espléndida proposición, el titiritero sólo respondió:
- Si toda tu fortuna de nada te ha servido para comprar la salud de tu hijo ¿qué puede ofrecerme quien ha demostrado ser más pobre que yo?
El hombre, que era el más rico del lugar, convencido de que el otro decía la verdad sólo se atrevió a preguntarle:
- ¿Qué has hecho para salvar a mi hijo? y antes de abandonar la casa y perderse para siempre en la multitud, el saltimbanqui dijo:
-Convencerlo de que debe cuidar mucho el sitio en donde sigue viva su flor. y a la vez que hablaba, puso su mano pálida, delgada y vieja sólo en la parte del pecho donde todo hombre tiene el corazón.
Luis Caissés

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