30/10/2010

CUENTO DEL FANTASMITA NEGRO

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CUENTO DEL FANTASMITA NEGRO

En el comienzo de los siglos fueron creados los elementos del universo: las aguas, el fuego, las plantas, un núcleo de vida animal y un átomo de razón o luz interior para comprender este mundo. Con el fin de que la creación estuviera completa, fueron creados también los fantasmas.
Como se sabe, ellos han sido blancos desde el principio. Y eso tiene su razón de ser, así, no podrían asustar suficientemente entre las sombras.
Pero no todos conocen que los fantasmas son el primer grupo nómada de la historia. Nómada quiere decir movedizo. Pues bien, nadie puede moverse como los fantasmas. Andan por los campos abiertos, por las casas viejas y, alguna vez, en la cabeza de ciertas personas.
Nada andaba mal entre los fantasmas, y así podía haber seguido su reino si no les hubiera nacido "Mandinga", el fantasmita negro.
Se comprende el problema porque papá fantasma, tía fantasma y hasta mamá fantasma, veían arruinada la profesión. De repente, a Mandinga, por ser negro, se le veía tan pronto como asomaba y, en lugar de miedo, los hombres sentían unas ganas locas de reír.
Como las profesiones son cosas respetables en todas partes, la familia de Mandinga y los demás congéneres se preocuparon.
Iban por el aire y a Mandinga se le veía clara, muy claramente; se metían en el agua y allí Mandinga semejaba un pececito negro lejos de la pecera.
Mandinga, que estaba, como los seres inmortales y mortales, educado según el modo de sus mayores, sufría, y él también deseaba a ratos ser blanco, sin ningún motivo, solo porque esta sensación era dada por sus parientes y amigos.
Un día, los miembros del Parlamento de los Fantasmas fueron convocados a petición de la más vieja y apergaminada de todas las Señoras Fantasmas a las que se llamaba, como en cualquier sociedad bien conformada, Viejas Brujas. El Parlamento deliberó sobre Mandinga.
El Consejo de los amigos de Mandinga quedó constituido del siguiente modo: la lechuza, por ver mejor de noche; el perro, por entender el alma de los adultos; la jirafa, por ser la que más se asusta con los fantasmas, pero la más buscada por los niños; la marimba, porque es leal compañera de todas las apariciones de la selva y el conejo, por dócil y porque se deja llevar de las orejas por las manos del más pequeño de los fantasmitas.
Los fantasmas tradicionales, todos ellos con una barba respetable, pintados al óleo sus ojos amarillos, con el solo fin de complacer a las Señoras Brujas, ya habían decidido deshacerse de él y abandonarlo por cualquier lado.
Justamente cuando obraban así, y a punto de ser pronunciada la sentencia sobre quién tendría la custodia del
"fantasmita problema", llegó la delegación de los amigos.
- Venimos para invitarte. Quédate con nosotros -se encargó del discurso la lechuza-, tú no haces mal a nadie. De noche no se te ve ni asustas; de día nos haces reír mucho, y es infinitamente mejor que haya alguien para hacer reír.
Así, Mandinga, rodeado por animales y seres queridos, allí se quedó.
Alfonso Barrera Valverde - Ecuador

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