Orfeo cantaba de modo tan bello, que los animalitos lo amaban; y que podía calmar con su canto las tormentas y las olas. Por eso, Apolo le obsequió una lira. Pero aconteció que su bella mujer, Eurídice, murió a causa de la picadura de una serpiente. Enloquecido, Orfeo bajó hasta los infiernos para suplicarle al dios Hades que le retorne la vida. Y le cantó con tanta pasión que Hades aceptó, pero bajo cierta exigencia. Aunque furioso, Hades le había dicho que debería salir del infierno, pero sin voltear la mirada. Si lo hacía, perdería a Eurídice para siempre. Así lo hizo, ya atisbaba el sol, cuando el cruel silencio lo asustó y volteó la mirada. Era su bella amada conducida por Hermes, el guía de las almas, desapareciendo al instante.
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