SERVIR PARA LO QUE SERVÍA BENITO
Que no hay hombre tan inútil que no sirva para algo, es verdad de tomo y lomo. El quid está en ocuparlo para aquello que Dios quiso que fuera apropiado.
- Benito era un indiezuelo de dieciocho años, que en la serranía de Yauli, tan fría como Siberia, hacía de pongo del cura. Pero era una calamidad por lo bruto e inútil. Jamás hizo cosa bien, y ni siquiera aprendió a persignarse. Nunca fregó platos sin quebrar media docena, y no pasaba día sin dar al cura dos o tres sofocones y berrinches. Sin embargo, el cura estaba muy contento con el pedazo de hostia. No podía vivir sin el cacaseno del imbécil pongo.
Una noche le mandó encender el cerillo, y por poco hace arder el pueblo entero. Entonces, el alcalde y los vecinos se apersonaron ante el cura para despedirlo.
El cura, -al oponerse a la legítima exigencia del vecindario- casi echó a llorar, amenazando que renunciaría al curato si se obstinaban en separarlo de su criado.
- Pero, señor cura, -le dijo conmovido, el alcalde- ¿por qué le tiene tanto cariño a ese animal? ¿Para qué le sirve? y el religioso contestó con energía:
- ¿Que para qué me sirve? ¿Quieren saberlo? Pues me sirve para quemarme la sangre y como esta tierra es tan fría, entro en calor y me ahorro el gastar en aguardiente; y el emborracharme; y el dar mal ejemplo.
Los vecinos se retiraron, satisfecha su curiosidad de saber que Benito servía para quemar sangre.
Y desde entonces, fue refrán popular limeño esta frase: “Usted sirve, mi amigo, para... lo que servía Benito”.
Fuente: Tradiciones De Ricardo Palma.
0 comentarios:
Publicar un comentario en la entrada