LA DEL “SU ÚNICO HIJO”
De clavo tal puñalada que no llegas al “sunicuijo”; era una frase a la que no encontrábamos, no diremos entripados, pero sí sentido común.
Pensábamos en uno de esos tantos gazapos o despapuchos del habla popular.
También, para significar Que alguno había muerto con ignominiosa muerte, oímos decir: le llegó la del “sunicuijo”, y quedábamos a tan oscuras como un ciego.
Pero hasta que ayer doña Mariquita, costurera contemporánea de Rodil, -dizque le pegaba los botones de los calzoncillos- dio explicación clara y correcta de la frase, que en verdad no puede ser más expresiva:
Allá en los patriarcales años del rey amo y señor, cuando un prójimo era -por ladrón o asesino- sentenciado a la pena de horca, tan luego como el verdugo le ceñía en el pescuezo la escurridiza lazada y estaba en aptitud de cabalgar sobre los hombros del criminal daba tres palmadas, que eran la señal de no quedarle preparativo por hacer y de estar listo para el cabal desempeño de sus funciones. Entonces, el fraile auxiliador del reo que se situaba frente al callejón de Petateros, a pocas varas del cadalso, mostraba un crucifijo, y con tono pausado decía en voz alta:
- Creo en Dios, Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra; y en Jesucristo, su único Hijo... y no decía más, porque al llegar al “su único Hijo”, el jinete de gaznates daba la pescozada y, verdugo y víctima se balanceaban en el aire.
Fuente: Tradiciones De Ricardo Palma.
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