Esta es una típica historia, tratar a las personas como nos tratan.

El leñador, con la voz , les dijo que no, pero con su mano disimuladamente señalaba la cabaña donde se escondía. Los cazadores no entendieron las señas de mano y se confiaron sólo en lo dicho con la palabra. La zorra, al verlos irse, salió silenciosa, sin decir nada al leñador. Le reprochó el leñador por qué, a pesar de salvarla, no le daba las gracias, a lo que zorra contestó:
- Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca hubieran dicho lo mismo.
Moraleja:
No niegues con tus actos, lo que pregonas con tus palabras. Eso es ser deslea con uno mismo.
Valor alentado: Mostrar nuestro desprecio al traidor
Fuente: Fábulas ejemplares de Esopo
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