EL GENERAL EN SU LABERINTO
" ... Manuela, que lo conocía mejor que nadie, le hizo señas a José Palacios para que se llevara el florero con los nardos marchitos de la mañana. El general volvió a tenderse en la cama con los ojos cerrados, y ella reanudó la lectura en el mismo tono de antes. Sólo cuando le pareció que él se había dormido puso el libro sobre la mesa de noche, le dio un beso en la frente abrasada de fiebre, y le susurró a José Palacios que desde la seis de la mañana estaría para una última despedida en el sitio de las Cuatro Esquinas ... ".
Gabriel García Márquez - Colombia
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