Esta fábula se trata de dos compadres espirituales, que el Zorro se fue a conseguir aves para que sus carrochos aprendan a cazar al vuelo, pero este Zorro quiso darse una siesta y decide encargarlo a su comadre Huacha, y allí los deja, peroooo Huacha como era tan curiosa decide abrir el costal de pajaritos que había atrapado el Zorro.. ¡Imagínense lo que paso!... espero que les agrade...
LA HUACHA Y EL ZORRO
Un zorro muy astuto, de poblada cola y de afilada uñas, juntó quinua y trigo en un tendal, con estos alimentos preparó una trampa en cuyas redes cayó una gran cantidad de aves. Las prisioneras aves fueron introducidas a un costal y las llevó vivas con dirección a su hogar para que sus cachorros aprendan a cazar al vuelo.
El galano zorro caminaba encorvado debido al peso que llevaba; y cansado de tanto esfuerzo, decidió dejar su costal en la casa de la Huacha, que era su comadre espiritual. Ella era alta, de plumaje blanco, de patas coloradas y paraba en las orillas de la laguna.
El zorro, al ver a su comadre le dijo:
·Por favor, comadre, guárdeme este costal hasta mi regreso; pero eso sí, no vaya a abrirlo.
·No se preocupe compadre, vaya usted sin cuidado. El zorro agradecido partió alegre a echarse una siesta dejando su pesada carga.
La Huacha, muy curiosa, desató el nudo del costal y de pronto salieron intempestivamente gaviotas, zorzales y gorriones, quedando el saco completamente vacío.
Entonces desesperada y nerviosa daba graznidos lastimeros; corriendo de esquina a esquina, lamentándose de su desgracia, temiendo la venganza de su compadre. Estando ya tranquila, se le vino una excelente idea y decidió llenar el costal de espinas, las cuales cubrió con hierbas y plantas
Tres horas después regresó el zorro y al no encontrar a su comadre, se puso el costal al hombro y comenzó a duras penas a avanzar con dirección a su casa; pero conforme avanzaba sentía la carga más pesada y duro hincones en su lomo.
El zorro exclamaba: “¡Ay, qué duras uñas tienen los pajaritos!”
La zorra y sus hijos le estaban esperando en el dintel de la cueva, éstos al verlo con su carga, se relamían el hocico por la suculenta cena que esperaban comer. Inmediatamente cuando el zorro entró a su cueva, la zorra y sus hijos se lanzaron a agarrar el costalillo pero recibieron terribles hincones.
El zorro tiró el saco a suelo y ordenó a toda su familia que tapasen todas las entradas para que no escapasen las aves que había cazado y cuando él dé la orden se abalancen sobre el costal. Vació el contenido del saco al suelo y ordenó que sus familiares prestamente se tirasen sobre él. La sorpresa que se llevaron los zorros fue tremenda, sus hocicos y patas estaban prendidos de espinas, los zorros daban gritos lastimeros de dolor. Todos maltrechos y hambrientos pasaron la noche
El zorro sumamente irritado pensaba en vengarse en la huacha. Después de dos días fue donde ella y al acercarse para pedirle nuevamente por favor un encargo la huacha de un salto llegó a la playa. El zorro después de revisar la casa de ella se dirigió a la orilla de la laguna y le pidió que salga y le guarde el encargo, pero ella no le hizo caso porque sabía que el verdadero propósito del zorro, era comérsela.
El zorro lleno de ira, decidió desaguar la laguna. Para ello comenzó a rascar la tierra con su hocico y uñas; pero pronto desistió porque se le gastaron las uñas; pero pronto desistió porque se les gastaron las uñas y se encontraba agotado. Entonces, resolvió beberse toda el agua de la laguna; bebió y bebió… empezó a hincharse cada vez más y después explotó el pobre zorro que murió por vengativo.
Fábula de Adolfo Vienrich, folclorista peruano (1867 - 1908)
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